domingo, 18 de abril de 2010

Viaje a París (días 4 y 5).

Bueno amigos, viendo que me he enrollado demasiado en las entradas anteriores del "viaje a parís", los últimos dos días los voy a resumir para abreviar un poco.

El cuarto día lo comenzamos, ya con energías recuperadas, en el barrio de Monparnasse conocido por la cantidad de artistas que habitaron y habitan sus calles, donde nos topamos con la enorme y fría Torre de Monparnasse, paseamos por el bello Cementerio de Monparnasse donde reposan los restos de célebres personajes como Andrë Citroen o Jean-Paul Sastre y recorrimos un curioso mercadillo de segunda mano que allí se celebraba en la mañana de los domingos.

Cogiendo el metro nos dirigimos al Cementerio de Père Lachaisse con más de 200 años de antiguedad, tras este relajado paseo fuimos a la Plaza de la República pasando después por las Puertas de San Denís y San Martínla hasta llegar al Museo Pompidou el cual no pudimos visitar ya que estaba acordonado por producirse una amenaza de bomba.



Después de ese pequeño sobresalto nos detuvimos un instante a contemplar la bella Iglesia de Saint George con la enorme cabeza que reposa en su plazoleta, por cierto en este barrio podréis degustar unos magníficos crepes con nutella y unas deliciosas empanadas de manzana.

Pasado el mediodía nos dirigimos hacia la Torre de Saint Jaques, la Plaza des Vogues, el Hotel Sully, el hotel Ville y la Plaza de la Bastilla ya que son lugares propios de ver en un viaje a París.

Terminando en la joya del día, El Sagrado Corazón; este monumento es uno de los que se me quedarán para siempre grabados en la retina pues para mí no es sólo un monumento de una elegancia y solemnidad comparable con edificaciones de la talla del Taj Mahal por su blanquecino colorido y majestuosidad, ni un lugar con magníficas vistas desde allí se contempla casi toda la ciudad de París, ni un espacio donde trascurre un ida y venida incesante de personas y personajes; es por el conjunto de todas estas cosas sumado a la magia del lugar, algo físicamente difícil de explicar. Algo para vivirlo.


El quinto y último día lo empezamos con la misa ilusión (o más) que el primer día y con la sensación de que ya casi formábamos parte de la cuidad, para empezar nos dirigimos (de nuevo)



a la Opera Garnier donde pudimos transportarnos en el tiempo por un par de horas y disfrutar de sus interminables salones llenos de espejos, sus lujosas escalinatas de marmol y sus palcos tapizados con terciopelo rojo que nos abría paso hacia el amplísimo escenario capaz de albergar hasta a 400 artistas.

Poco después del mediodía nos rigimos al aeropuerto para poner punto y final a este FANTASTICO viaje que todo el mundo debería tener la oportunidad de realizar, al menos, una vez en la vida.

Espero haberos entretenido con estas entradas tanto como lo he hecho yo escribiéndolas mientras recordaba cada momento narrado.

Un saludo.

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